La idea del archivo
¿Qué ha hecho transformarse a los archivos contemporáneos en contacto con la virtualidad? ¿Cómo estos han mezclado su lenguaje con distintas disciplinas, recogiendo inquietudes del arte y las réplicas propias de las redes sociales? ¿Cómo toda esta complejidad ha llevado a vivenciar los archivos que salvaguardan el cuerpo sonoro?.
Podemos pensar que ha sido un proceso natural que ocurría al mismo tiempo que nosotrxs digerimos el medio digital, y es posible que así fuera, sin embargo a mi me gusta pensar que por el camino también se lograron dos conquistas: La conquista del tiempo y la pérdida de respeto a la figura de archivo como una autoridad, pero lo cierto es que este cambio es producto del Archival Turn, que convirtió el repositorio del conjunto documental en un dispositivo de pensamiento sometido a una constante crítica y re-escritura.
Revisando algunas miradas contemporáneas sobre el tema, no falta la aparición de El mal de archivo. Una impresión freudiana de Jacques Derrida (1994), donde se inicia la descripción del concepto con palabras muy severas; autoridad, consignación, orden, seguido de una sensación fatal que podría precipitarlo a una pulsión de muerte, y con ello a ser alterado, destruido o manipulado. Para la Cultura Clásica, el archivo es una institución que otorga un imaginario de mundo- , “El principio según la naturaleza o la historia, allí donde las cosas comienzan –principio físico, histórico u ontológico”. Salidos del miedo a la desaparición y a la imagen perpetua en nuestro tiempo, ejerceremos el derecho a volver cuantas veces sea necesario al archivo para interrogar, desestructurar, y disponer una nueva perspectiva sobre los hechos que nos contienen.
El arte de archivo aporta un sentir distinto a la hora de manipular materiales y ofrecer historias. El documento es obra en sí misma, más allá del valor patrimonial, así lo expresaba Hal Foster1 , cuando dedica su investigación a la forma curatorial que lleva a los artistas a tomar el archivo como objeto de expresión. Los artistas del archivo, –que no los que encuentran dentro–, trabajan los objetos recolectados en él, para articular su narración desde una frecuencia espacial no jerárquica. De este modo se puede entender la labor de manejo que artistas visuales como Douglas Gordon han puesto en marcha con piezas como sus Readymades de tiempo. Por tanto, algo importante y rescatable del arte que toma el archivo, el hecho de entender que la visión sobre la plataforma es legítima, pero está en cesión, es decir; espera la próxima explosión discursiva que desvíe y genere contramemorias alternativas.
Bajo estos principios el arte ha permitido franquear la estela del noli me tangere 2 de los documentos, reordenando y produciendo nuevas perspectivas, muestras que hacen participar a otros en catálogos de especies y emociones. He aquí un sentido medular de lo relacional, desde la interactividad, desde el impulso de anarchivo que nos hace disponer de los repertorios desde nuestra necesidad más íntima.
Todas estas sinergias han sido legadas al archivo contemporáneo, el arte dispara un estadio intuitivo de muestras transgresivas, en la citación y yuxtaposición de información, conectado a través del apego. En un juego donde “conectar lo que no se puede conectar, es exactamente el trabajo de un artista”, dicho por Thomas Hirchhorn, en una entrevista sobre sus prácticas artísticas.
Aparece en el archivo una gran reflexión sobre el sentido del tiempo que, de una forma maternal, ama, dejando aparecer registros, objetos y cuerpos entre un pasado incompleto y futuro abierto, en un ejercicio entrópico de nuestros saberes y expresiones en la conquista de un tiempo contrahegemónico.
Este abanico de sensaciones nos contextualiza para hablar de los fenómenos que han conectado al archivo contemporáneo y el cuerpo sonoro, entendiendo al sonido como un material de salvaguarda inscrito en una sensación espectral de gran presencia humana, que pone en marcha todas las funciones ontológicas de forma natural y muy efectiva.
La auralidad y el cuerpo sonoro
Apelando a su función comunicacional, entendemos que un archivo también es una conversación latente entre sujetos que se encuentran en la experiencia de la auralidad, de este modo Miguel A.García3 describe el archivo sonoro como un ente que jerarquiza la escucha en un régimen de ausencias –siguiendo a Derrida en el sentimiento de la pulsión de muerte–. Para nuestra suerte, el cuerpo sonoro puede trasladar su compresión a otras sensaciones, aún perteneciendo al pasado el fenómeno de su escucha remueve sentimientos que nos hacen pensar en una salvaguarda diferente, porque tenemos la capacidad de hablar con el tiempo, y estacionarnos en él, conquistando esta estancia en contra del orden que cuenta con elementos discursivos que nos enfrentan.
El cuerpo sonoro responde ante la transición transensorial que se da desde el objeto de arte al espectro, rearma los fundamentos para considerarlos algo vivo, su condición de presencia humana, la capacidad para activar lugares de conciencia, recuerdo, parar el tiempo, abrir una membrana a canales emocionales que nos despiertan, algo que puede acompañarnos de forma vibrátil.
Cuando se ha tratado de definir un cuerpo sonoro, se hace un puente entre la acústica y la percepción desde un punto de vista escénico. El sonido, como una sustancia moldeable, ofrece su expresión escénica en un medio audiovisual. La materia sonora es, en estricto rigor, el resultado de la percepción auditiva de variaciones oscilantes en un medio elástico dentro de un rango de frecuencias humanamente perceptible, que vincula el sentido de la narrativa explícita en sus mensajes.
Los archivos sonoros han ganado prestigio social por ser vehículos de identidad y a su vez una modalidad de patrimonio que es necesario comunicar a las sociedades del futuro. De manera adicional, gracias al nexo indisociable que tienen con la tecnología, han evolucionado, en ocasiones a marchas forzadas, para insertarse en dicho ecosistema. Sin embargo, nuestra forma de experienciar no lo ha hecho tan rápido, es por ello que muchas de las selecciones con las que trabajamos se encuentran sometidas a los mismos condicionamientos de escucha que cualquier estímulo sonoro recogido en nosotros mismos.
Ya en 1988, Pierre Schaeffer4 nos explicaba cómo era el balance funcional del oído, cuando trataba de acercarse a lo que es una escucha inteligente, desde la descripción empírica de lo que ocurre:
Yo, escucho lo que me interesa.
Oigo, a condición de no estar sordo, lo que ocurre en el mundo sonoro de mi entorno, cuales quieran que sean mis actividades e intereses.
Yo, entiendo en función de lo que me interesa y de lo que quiero comprender, gracias a mi experiencia.
Por el hecho de entender, comprendo lo que quería comprender, aquello por lo que yo escuchaba, gracias a otras referencias.
En base a la tradición de estos pensamientos, Miguel A. García, define los regímenes de escucha en torno a la experiencia del archivo; nos ofrece la ruta por la que algunos matices sonoros toman una mayor carga en nuestra atención, ofreciéndoles más dedicación.
El régimen de escucha establece en qué sonidos o rasgos sonoros concentrar la atención, cuánto tiempo atender a ellos, cómo y en qué medida mapear el espacio a partir de información sonora, cómo jerarquizar los sonidos de un ambiente, el peso que deben tener las variables estéticas y comunicacionales para establecer esa jerarquización, qué nivel de interferencia es aceptable, cómo evaluar el sonido en cuanto a su frecuencia, intensidad y otros parámetros, etc.
De acuerdo a esto, se crean configuraciones de condicionamiento, para ayudar a la experiencia a reconocer transensorialmente como nos relacionamos con los registros que sostenemos en la escucha. Creo que el sonido, se encarna más que la visión, genera fantasmas que se relacionan de forma más humana, de cuerpo a cuerpo, en una emoción que es capaz de activar otras respuestas secundarias a la percepción. Incluso tuvo que venir una crisis sanitaria a nivel mundial para establecer estas realidades de las que el cuerpo no sabía nada, o bien poco, tal como se narra en el simulacro de “los cuerpos rotos” de Enric Puig Puget (2020).
Desde las sensaciones de encarnamiento, el registro sonoro devela espacios de cuerpos, emociones, gestos, relaciones de poder, usos tecnológicos, objetos, contextos, que aúnan estos a otras expresiones sonoras, removiendo referencias de nuestras imaginarias memoriales. Cuando existe una escucha de familiaridad, se expande un repertorio de recuerdos y símbolos sobre la propia historia. Sensaciones así emergen de nuestros recuerdos al volver a escuchar la dedicación con la que Cristóbal Cornejo narraba la historia de la Música Experimental en Chile, su voz resuena en nuestras cabezas.
Registros Sonoros del Programa Sonidos Mutantes, 2013, realizado por Cristobal Cornejo Músico y Periodista que investigaba la Música Experimental en Chile en un periodo de 1956-2013
SÓNEC | Sonoteca de Música Experimental y Arte Sonoro (sonecarchivo.org)
Audio, Coleóptero, Cristobal Cornejo. 2007.
Registro que recoge la documentación de un experimento sonoro con objetos analógicos, poniendo en marcha la técnica de la captura, en la Ciudad de Lulea, 2007, alojado en el contenedor de La Sonoteca Sónec
La escucha desconocida también lleva a vincular al oyente con otra serie de imágenes de su espacio aural, acostumbrados a vincular la información acústica con imágenes particulares, vamos descifrando rasgos genéricos, estilísticos, prosódicos y de otra información textual, contextual y paratextual que, en conjunto, proveen coordenadas de tiempo y espacio, el/la oyente escoge imágenes que se “asocian”a esa señal acústica en el marco de la realización de una serie de procedimientos evaluativos y clasificatorios descriptos por Steven Feld5.
En función del tipo de escucha que se quiera ejercer, Miguel A. García ofrece otras fórmulas para ejercitar un oído consciente; entre acercamientos y discrepancias; escuchar con los oídos, escuchar con los silencios, escuchar con la ética y la ideología, escuchar con o a pesar de las instituciones.
Para Anette Hoffmann6, la percepción de ciertos registros desde una perspectiva técnica ofrecería un mensaje de información divergente, afectando la manera de cómo archivar, movilizar o salvaguardar. Verne Harris7, por otro lado, ha considerado la aparición del espectro en la vivencia y escucha de un registro, un espectro que nos habla y nos acecha, que interpela desde un mandato de experiencia histórica y política, apelando al sentido ético e ideológico del oyente. Desde esta intención aparecen narraciones alojadas en las estaciones dedicadas al sonido en Chile, Argentina o Perú, apenas algunos ejemplos para entender cómo cada emisión deja volar al espectro que menciona Harris, que ha de llevar nuestro pensamiento a un nuevo juego de formas y modos de hacer, emparentadas con perspectivas distintas, sobre todo con el trabajo de las mujeres que aquí destacamos en el ciclo electronico de mujeres en Perú, Artículos – Centro del Sonido del Centro de sonido, dispuesto en podcast que nos acompañan.
Serie documental sonora sobre el desarrollo del trabajo de las creadoras electrónicas peruanas, realizado por el centro sonoro, 2023 en Lima, Perú.
https://www.mixcloud.com/Centrodelsonido/creadoras1/
Volviendo a las apreciaciones de Harrison y Hoffmann, dichos escenarios no son determinantes en la manera en que construimos nuestra sensibilidad auditiva pero sí son condicionantes de ella y en conjunto, dan lugar a “configuraciones de condicionamientos” que tienden a estandarizar la percepción y a naturalizar aspectos sonoros y no-sonoros de la experiencia de escucha. La parcialidad de inscripción sonora, guarda relación con la capacidad del oyente considerado un sujeto histórica y políticamente situado.
Por tanto, vivir ausencias en el archivo sonoro, es posible si se escucha algo que no existe o se espera escuchar otra información no inscrita en los planos que componen las piezas que acotan sus curadurías. Sin embargo, si algo tiene la experiencia acusmática, es que requiere de una conciencia espacial y genera una conexión que a través de la calma expresiva, nos lleva a vivir sus propuestas.
Registro sonoro de Radio, del Centro de Arte Sonoro de Argentina, 2023.
Centro de Arte Sonoro (CASo) | Centro de Arte Sonoro (cultura.gob.ar)
Las filtraciones de un mundo virtual
Julio Arce8 nos habla del archivo de andar por casa y de lo que ha generado la interacción de los archivos digitales con los lenguajes de las redes, haciendo aparecer nuevos perfiles, metadatos y nuevos tipos de resguardos surgidos de la experiencia de los usuarios, con la digitalización de los lenguajes del ocio y el consumo, donde los archivos son considerados construcciones sociales, utilizados e intervenidos que, con la digitalización constante y las críticas posmodernas y decoloniales, han transformado su propio concepto.
Archivos cotidianos digitales, más rastreables y accesibles, donde las conductas de registro se han modificado asistiendo a una sensación individual antes no vivida, captar y recoger todo momento de nuestra vida, ante la conciencia cada vez mayor de su impersistencia. Prácticas agarradas por los archivos sonoros, – ejemplo de la difusión del glosario de términos sonoros en instagram de Sónec Sonoteca– se amplifican con la capacidad de captura de datos y las geolocalizaciones, algo que nos hace tomar un nuevo control sobre la información.
Registro de redes sociales sobre cortinas informativas en el desarrollo del Glosario Audiovisual 2023
SÓNEC | Sonoteca de Música Experimental y Arte Sonoro (Chile)
Las aplicaciones de teléfono también recogen los datos corporales de nuestras personas, y aparece de nuevo el sentimiento de incorporeidad y de ausencia que Seth Stephens-Davidowitz, explica apoyándose en la mentira como una realidad que forma parte de nuestros comportamientos digitales; “todos mentimos, a todas horas y a todo el mundo, menos a Google” de igual modo la permanencia de estos datos hace que nos desnudemos en muchos ámbitos de nuestra vida” porque de alguna manera como Zygmund Bauman aseguraba, “somos una sociedad confesional con pequeños archivos de vida cotidiana”.
Conclusión
El archivo digital sonoro transita por fórmulas adeptas al Arte Contemporáneo en lo que refiere a su forma representativa, pero invierte en la capacidad de poner en crisis como dispositivo político la manera en la que nos relacionamos con las propuestas, desde la sensación de autoridad histórica, hasta la aceptación fisiológica de nuestra individualidad, mostrando flashes de experiencias muy centradas en lo humano desde una labor escénica que se permite llegar a la comodidad de nuestros espacios de confort desde dispositivos personales. Este aspecto le hace poner en juego transgresiones desde la fantasmagoría y convivencia con nuestro espacio aural, fácil de comparar en la sutil construcción de un memoria colectiva que va mutando con el tiempo, con la adhesión de capas de testimonios, comprometiendo la barrera de la sensación escudo que ofrece la virtualidad. El afrontamiento de sus registros dispone un puente entre lo conseguido sobre el tiempo no jerárquico del archivo y la misma jerarquía que hay que superar para conocer la información dispuesta en los planos del cuerpo sonoro, de acuerdo al balance funcional del oído. Sin embargo, la facilidad de los archivos sonoros para comenzar conversaciones es mayor que otros casos; cuando se trata de escuchas familiares, pueden volverse a los planos contemporáneos para ver cual es el nivel de veracidad que ese registro está escuchando. Por la naturaleza de la conexión que se requieren para su tratado han logrado hacer más efectiva la conquista del tiempo para poder vivenciar sus experiencias de forma rigurosa, estableciendo pequeñas resistencias a los espacios temporales hegemónicos que representan el trabajo, la familia u otros factores de obligación atencional, abriendo una cápsula individual a un escape, que en ocasiones nos gustaría creer que se torna crítica.
Notas
- Foster Hal, Impulso de archivo, Revista October 101, 2004.
- “Noli me tangere” alude a la expresión que Jesucristo dirige a María Magdalena “ No me toques”, tras su resurrección entendido también como “ No me retengas” , registrada en la Vulgata artículo 17, Capítulo 20. Aquí se usa con la intención metafórica e irónica de resaltar que históricamente los documentos alojados en el archivo aguardan una característica inmanente de objeto inmaculados, protegido y fuera de la necesidad de ser interrogados o transgredidos por una nueva ontología, aceptado por varias disciplinas desde su autoridad.
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