ARTISTA
Carlos Edelmiro lópez
Ser vibración

Observo la representación gráfica de la forma de una onda en un secuenciador. Está detenida, me recuerda el signo cuadrado de Stop , cuando convierta este cuadrado en el triángulo signo de Play surgirá un evento sonoro.

¿Cómo convertirlo en dos líneas que se miran a sí mismas?

¿Cómo hacer de este instante algo ilimitado?

En una fiesta en el centro de Monterrey las bocinas cantaban con la voz de Selena «Eran tus labios los que la besaban, canalla». En la grabación del álbum Selena Live (1993), justo en el momento donde pronuncia la primera a de la palabra besaban, la cantante hace un falsete que me sonó como una queja. Un arreglo vocal que reafirmaba el sentimiento de traición de la letra. Como si esa a contuviera todos los reproches que le tenía guardados a ese supuesto ex novio. 

Este fragmento me causó un fuerte impacto porque para mí era la cúspide de su sentimiento y quise ser parte de esa fracción de segundos por más tiempo del que realmente duraba. 

Al llegar a mi casa bajé la canción, la puse en mi DAW para cortar únicamente el fragmento que me interesaba y repetirlo muchas veces, pero observé que al carecer del contexto (unos segundos antes y otros después), el sentimiento que me causaba se perdía en un mar sonoro homogéneo, un sonido constante y repetitivo, una línea recta que en nada me recordaba a Selena ni la sensación que me causaba esa primera a de la palabra ‘besaban’. Y no sólo no causaba el mismo impacto sino que se convertía en otro sonido, me di cuenta que alargar un sonido más allá de su temporalidad lo deforma, lo convierte en otro y por lo tanto no lo detiene (Ej. Coral de Beethoven estirada a 24 horas).

Este primer fracaso fue el motor que dio inicio a este texto: ¿De qué manera se puede detener un evento sonoro para contemplarlo en pausa, analizarlo en todos sus ángulos, estar en él? Una fracción de tiempo inmovilizado, como una edificación erguida ante nuestros ojos, imponente, solidificado.

Un problema que se presenta cuando se habla de sonido es que se le designa con el mismo nombre a un fenómeno perceptivo y a su causa física (fuente sonora). En otras palabras, se le dice sonido a las vibraciones físicas que al chocar entre moléculas viajan a través del aire y llegan a nuestros oídos, a la vez que se le designa con el mismo nombre a lo que se escucha. Esto presenta claras complicaciones en el momento de preguntarnos ¿qué es lo que escuchamos?, ¿qué es lo que percibimos? 

En este texto no se pretende definir una discusión directa en relación a esta problemática y, para efectos prácticos, se mantendrá que el evento sonoro es el efecto físico y el objeto sonoro su fenómeno perceptivo. Entonces, ¿será necesario detener el tiempo para contemplar al evento sonoro en pausa?

El evento sonoro habita entre los límites de su temporalidad. Las ondas sonoras se miden con la siguiente fórmula V= λ/T. El resultado de la fórmula siempre se medirá en metros/segundos, lo cual nos indica que el sonido es a su vez material y temporal, la materialidad son las partículas de aire contenidas en el lugar donde sucede el evento sonoro y lo temporal su duración; sin embargo, esta descripción no se ajusta de igual manera a los objetos sonoros.  En  El tratado de los objetos musicales, Pierre Schaeffer no termina de definir exactamente qué son los objetos sonoros, la frase que a mi parecer más se acerca es: “El objeto sonoro es una percepción, no es la cinta magnética, no es el instrumento”. 

Lo entiendo como aquello que transmite cada sonido (teniendo una consideración muy amplia de lo que significa la unidad sonido), ese objeto de percepción que está contenido en el potencial de cualquier grabación. El objeto sonoro es esa cosa que escuchamos cuando damos play. Podríamos decir que es música, o el sonido de la calle, o esto es un sonido desconocido. El objeto sonoro es lo que percibimos y a lo que le damos o no significado. Es por ese carácter inaprehensible y significativo que en ocasiones se le imprime un carácter espiritual. Schaeffer menciona: “El objeto es relativo a nuestra escucha”.

Para que un objeto sonoro sea llamado como tal, es necesario que se cumpla la cadena del sonido: una fuente emite un sonido, este viaja a través del aire y llega a los oídos de un receptor.  Para ampliar este concepto existe un kohan muy popular que cuestiona: “Si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie quien pueda escucharlo, ¿este árbol suena?” Como hemos dicho anteriormente, el sonido es dos cosas a la vez; en su libro El sonido, Michel Chion las describe como un fenómeno objetivo y la sensación que este causa. Si analizamos la pregunta del árbol desde esta perspectiva, el fenómeno objetivo del sonido sí existe cuando el árbol cae, ya que es sabido que cuando un árbol cae, hace ruido. Sin embargo, como no habría quien lo escuche, este evento no tendría efecto y por lo tanto no se cumpliría la cadena del sonido. En síntesis, podríamos decir que hay un evento pero no un objeto.

El evento sonoro, mientras no sucede, se mantiene en un limbo para poder ser contemplado como los vestigios de algo que creemos recordar. La lectura de un evento conocido trae el recuerdo de este y lo recrea en la mente, escuchándolo primero en la mente y después a través del aire, esta sombra que antecede al evento, que lo anticipa, le suma un instante a lo que vendrá, esta sombra no desgasta al evento a la manera de recordar de Borges, donde el recuerdo se solapa al recuerdo, alejándolo de sí mismo, esto más bien permite que éste viva por unos instantes de manera inmaterial. Tal vez es ahí, en ese recuerdo, en esa inmaterialidad donde el objeto sonoro logra prolongarse más allá de sus límites. 

-En su ausencia, el evento sonoro se detiene.

El sonido en su estado de propagación es “algo” arquitectónico; debido a sus características, se vuelve un fenómeno efímero, un evento. Una arquitectura a la que el tiempo no conserva como ruina, sino como ausencia, la cual sólo se rellena durante los instantes en que sucede. Es este vacío el que buscamos ocupar para contemplar al evento sonoro en pausa, como ese edificio que se erguirá frente a nosotros, tangible y si no eterno, por lo menos con una temporalidad amplificada. Para que este edificio perdure lo más posible será necesario filtrar su parte física y agregarle temporalidad al hablar de él. El evento sonoro no es efímero debido a su temporalidad, lo es porque pretende entrar al mundo de lo físico y manifestarse a través de energía propagada por moléculas. Es por esto necesario derrocar su parte física, olvidarnos de su propagación, y concentrarnos en su parte inmaterial, su espíritu.

-El evento sonoro es efímero por su afán de ser espacio.

Si el evento sonoro se manifiesta como la memoria de algo que sucedió hace 344 milisegundos, me pregunto si al tocar un instrumento nos estaríamos convirtiendo, al menos por esos instantes, en sonido. ¿Anularíamos así los 344 milisegundos que necesita la cuerda en vibración para llegar al oído?

Rimbaud decía, “Sería falso decir que yo pienso; más bien debería decirse: se me piensa. Perdón por el juego de palabras. Yo es otro”. Yo le preguntaría: ¿eres otro en todo momento o sólo eres otro cuando tu temporalidad se disloca?

El etnomusicólogo J. Blacking en su libro ¿Hay música en el hombre? afirma que “los balineses hablan de la otra mente, un estado de la mente que se alcanza a través de la música y el baile. Se refieren con ello a estados en que las personas se vuelven agudamente conscientes de la verdadera naturaleza de su ser –del otro que existe dentro de sí mismos-, así como de su relación con el mundo. A menudo experimentamos la vida en su mayor intensidad cuando nuestros valores normales de tiempo quedan en suspenso. Entonces apreciamos la cualidad del tiempo dedicado a algo, más que a su duración”, el kairós, agregaría yo.

Cuando se habla de sonido, el evento sonoro se detiene y es a través de esto que logramos contemplarlo como el encuadre de una película en pausa. Tal vez sea dentro del kairós (el momento adecuado) donde esa a de la canción de Selena se detiene y tal vez sea dentro de ese tiempo cualitativo que podemos lograr ser parte de un sonido por más tiempo de lo que su temporalidad le permite.

-Ser vibración, convertirse en sonido.

Bibliografía
  1. John Blacking, ¿Hay música en el hombre? Madrid, Alianza, 1973
  2. Jorge Luis Borges, Funes el Memorioso en Ficciones (86), Madrid, Alianza, 2002
  3. Michel Chion, El sonido, Barcelona, Paidós Ibérica, 1999
  4. Michel Chion,  Audiovisión, Barcelona, Paidós Ibérica, 1999
  5. Andrés Neuman, Rimbaud, el póstumo precoz, Revista Mercurio, marzo 2010
  6. Francisco Rivas, ¿Qué es el objeto sonoro? La fenomenología del sonido en Pierre Schaeffer, Texto presentado durante el Homenaje por los 100 años del nacimiento de Pierre Schaeffer, Museo de Arte Moderno, Rijeka, Croacia, Octubre 2010.
  7. Pierre Schaeffer, Tratado de los objetos musicales, Madrid, Alianza, 2003

     

Carlos Edelmiro (1987, Monterrey) utiliza diferentes medios del mundo aural para crear su particular universo sonoro. 

Estudió Audio Engineer en SAE Barcelona, Máster de música para medios audiovisuales en la Escuela de Música Superior de Catalunya, Máster de historia del cine en Estudio de cine BCN y Máster en Arte Sonoro de la Universidad de Barcelona. Ha realizado exposiciones y conciertos en Alemania, Italia, Finlandia, Chile, Estados Unidos, Portugal, China, Francia, Ecuador, México y España. 

Como compositor, hace que convergan distintos cánones musicales combinando tímbricas, rítmicas y pensamiento musical de diferentes tradiciones musicales. Dentro del arte sonoro, reflexiona la percepción auditiva, creando dispositivos que involucran la tecnología, los sonidos y el texto.

http://www.sinewavelover.com/

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