Artistas
Diane barbé & Selu Herraiz
LLEGAR

Recopilación de vivencias, ideas, pensamientos, momentos, sensaciones, sentimientos y estados durante la estancia en Valparaiso. Dos voces se mezclan aquí, el verde y el azul, el océano y la quebrada.

Cruzo el charco por primera vez para llegar a Valparaiso, acompañada de Diane. Destino: BASE, Residencia Tsonami. Sin apenas tiempo de despertar, los colores y sonidos de la ciudad me arrastran en un intenso tiempo presente lleno de estímulos y diferencias. Mi memoria trata de establecer paralelismos y encontrar referencias y hago el esfuerzo de no escuchar esa voz y dejarme absorber por el entorno, sin juicios. Pablo nos recoge en la estación y atravesamos en auto las calles repletas de mercado, gentío, colores y sonidos, apenas avanzamos 500 metros en 15 minutos. Pronto entramos en el cerro y comenzamos la subida hacia la que será nuestra casa durante el próximo mes de enero.
Valpo –así la llaman los locales– es una ciudad de subidas y bajadas, como ya nos advertía con cierto humor Joris Ivens en à Valparaiso –su famoso cortometraje documental sobre la ciudad, con texto de Chris Marker. Esta morfología es metáfora de mi psique en los primeros días acá. Mi cuerpo, necesitado de descanso después de un año muy activo, pide parar, dormir, letargo. Por otro lado, los oídos bien abiertos y excitados ante los nuevos paisajes. Impulsos de emprender la exploración luchando con la necesidad de parar. No se hace fácil la adaptación y paso días en esa diatriba y con algunos deadlines que atender. Ese ritmo, conocido por los artistas y agentes culturales, que nunca para y que a veces da la sensación de estrangulamiento. Mi alma atemorizada por un futuro incierto, ansiosa de vivir presente se refugia en el pasado con un mecanismo reflejo de huida y evitación. Me rechazo. Me muerdo los dedos.

Logro encontrar descanso y rutina. Siento cómo, de a poco, voy alcanzando balance y sintiéndome más en el sitio. El equipo de Tsonami nos cuida y se hacen familia: Pablo, Jano, Joaquina, Javiera, Juan, Agnes, Jorge, Rodrigo y Fernando. La residencia es un lugar de paz en la mañana y la noche, actividad divertida e intercambio colectivo durante el día, comidas en grupo y cafés en la terracita flotante del patio central. El océano se hace ver desde la ventana y es una imagen que me ocupa y me ubica (un poco). Con Diane, salimos a pasear y descubrir la morfología del lugar. Encontramos zumos naturales de frutilla y las ruinas de un templo marítimo a unos metros de la costa habitado por lobos marinos que emiten sonidos territoriales en breves e intensas luchas por su porción de suelo. Las olas golpean salvajemente sobre el espigón que retumba en frecuencias muy bajas dejando una huella de ruido blanco que llena mis oídos y vacía mi mente de pensamientos antiguos que no quieren más existir.

 

vista desde la ventana de B.A.S.E. con el océano al fondo / imagen analógica

 

El marathon coche-bus-avión-bus-bus-coche se desarrolló sin contratiempos, sin enganches. El reloj avanzaba con gracia: mecánico y previsible. Hé dormido la mayor parte del vuelo con el cuello torcido: tortícolis y boca abierta, y con buena parte del espíritu que quedó en la tierra y llegará en unos días. Desperté justo a tiempo para ver amanecer sobre la cordillera de los Andes, enormes montañas rojas que ya parecen desembocar en un gran lago de niebla. Polvo marrón, piedras afiladas, sombras moradas: es color «fauve», color leonado, color de fiera. Al llegar a la estación de autobuses, Pablo de Tsonami nos recoge en coche – breve y larga travesía por el bullicioso y ruidoso mercado; en las mesas se apilan colinas de choclos, patatas, cebollas terrosas por media tonelada. El olor verde de las hojas de cilantro fluye por la calle, los colores se mezclan. En las aceras, las gaviotas arrancan la piel del pescado. Y casi debajo de cada barandilla, debajo de las escaleras, en cada rincón, un perro peludo parece estar observando, dispuesto a ladrar y seguir. Y también en cada rincón, un pequeño recipiente con agua para estos habitantes de la calle. ¿Valpo sería una ciudad de perros?

Más tarde, en la caleta Portales, al norte del barrio donde vivimos, decenas de perros juegan, corretean en la arena, ríen y a veces en jaurías serias. De repente, al ponerse el sol, aparece galopando un pequeño caballo castaño montado por un cowboy (después me dijeron amigxs, que aquí se llama huaso, y en Argentina, gaucho). Silueta icónica en el cielo gris sucio sobre el puerto industrial. Los perros abandonan sus juegos y salen tras ellos, mostrando los dientes, colmillos-lenguas-gruñidos, tratando de morder las patas del caballo, que no se asusta ante las salpicaduras de arena y los ladridos. Los caballos que he conocido sin duda habrían dado vueltas, arrojando al suelo a su jinete (yo) y huyendo como el viento. Pero este jinete está sentado pesadamente en su silla de cuero, bien echado hacia atrás, con la cara roja bajo el sombrero. Dominio completo entre especies: el estribo confiere a un hombre la fuerza de un caballo. Se dan la vuelta, seguidos por la jauría de perros, y regresan a la nada de donde vinieron. …pero ¿De dónde vinieron?

la jauría / imagen analógica
ENTRAR

Este viaje es renovación, es nuevo ciclo, es silencio, es mandar al carajo al viejo patrón que sigue increpando y seguirá molestando, pero cada vez con el volumen más bajo hasta casi desaparecer para dejar emerger la constelación completa, la nueva fase, el sol hacia su ascendente y la vuelta a la luna en otro formato. Hoy siento la fuerza del trece, de lo que no tiene nombre y se transforma y los dedos corretean por el teclado para reflejar con retardo la luz de mis pensamientos. Por fin el momento de escribir sin tiempo, de mirar a la pared esperando que la claridad llegué y se conecte con la escritura, tan olvidada aliada entre tanta ocupación.

Entiendo una residencia artística como un cobijo, un abrigo, como una cueva primitiva donde encontrarte de nuevo con el niño, con el juego; un lugar seguro donde poder errar. Y es también un espacio para el miedo, el vacío y el enfrentarte con las dudas creativas y las paradojas de la práctica artística. Tsonami es todo esto para mi.

Valpo, Chile, Sudamérica, un lugar al que tanto había deseado venir y a la vez tan desafiante. Aún confiando en mi actitud de respeto y amor, me inquieta cómo bailar mi máscara de europeo. Imposible no plantearse una práctica que dialogue con lo de-colonial en los tiempos que corren y bajo la intelectualizada mirada de Europa. Esto me hace sentir presión, también mucha responsabilidad y, tanto proceso reflexivo, me frena, me pesa, me espesa. Sinceramente, mi de-colonialismo es más intuitivo que teórico. Houria Bouteldja me mostró con sus palabras cómo opera la culpabilidad y el victimismo y cómo el amor (revolucionario) es la herramienta clave para deconstruir los roles. Actuar desde la empatía, debiendo cada persona encontrar su forma de trabajar en ello. Esta reflexión está muy presente en mi metodología y acompaña cualquier acción artística o, más bien, cualquier acción.

Este país tiene una historia reciente muy fuerte que para mí se hace muy presente tras haber visto las películas de Patricio Guzman, que han quedado en mi memoria de forma inevitable. Una historia a la que no puedo no mirar. Sobrecogido por esta información me planteo cómo quedará fijada en la obra sin que sea explícito. Mi observación es desde ahí, mi sentimiento está ahí en parte. No quiero un texto que hable de ello, o si, pero no quiero profundizar en esa investigación ni remover información. No soy la persona, no soy de aquí. Mi presencia aquí es des-ubicada, es aproximativa, todavía distante, lo que por otro lado, me acerca a lo poético como lenguaje más afín.

Antes de venir, como parte de nuestro proyecto presentado a Tsonami, escribimos el siguiente párrafo, que sigue muy vigente en nuestras conciencias:

“Como personas extranjeras y europeas, la manera en la que nos relacionamos con el entorno es crucial para entender nuestra presencia más allá de la apropiación, el intrusismo y la asunción. Proponemos la contemplación, escuchar y grabar en diferentes lugares y momentos del día, dando prioridad a las grabaciones consensuadas, atentas y de larga duración para vincularnos más profundamente con el territorio y su comunidad.”

En cuanto a los resultados que voy observando a medida que pasan los días, empiezo a ver un proyecto de memoria personal, el collage sonoro como estética del viaje, la colección de sonidos superpuestos y ordenados temporalmente que van apareciendo como le aparecen a los oídos de quien anda y va atravesando mundos. Una composición a modo de diario sintetizado. Y para acompañar esto, esta bitácora es un buen complemento textual y visual que sirve como diario de práctica artística y reflexión personal incluso estado psicológico porque, para mí, la práctica artística va íntimamente ligada a mi estado emocional.

Quebrada de los placeres / imagen via google earth

Busco un itinerario. El mapa me identifica como un punto acá, en BASE, y después de muchas líneas y áreas de diferentes colores, el otro punto al que estoy tratando de llegar. Subestimo la duración del viaje, no conozco los autobuses, tomo sucesivamente el 506, 507, 508 cuando debería tomar el 520. Tengo la cabeza llena de fiebre, y llego a una colina llena de nubes, más allá de Playa Ancha. En la niebla todo desaparece. Un grupo de música ensaya canciones a lo lejos, las percusiones ondean en el viento gris. Se mezclan distancias y orígenes. Huyo, línea de fuga, me dejo caer desde lo alto del cerro hasta el océano, fin de línea, fin de la ciudad, fin del continente. Noto los momentos en los cuales se cansa la mente de navegar en oscilaciones, y este es uno. El cuerpo sigue temblando, baja presión. Sara Ahmed nos recuerda que los momentos de desorientación son vitales:

Un momento no sigue a otro, como una secuencia de datos espaciales que se despliega como momentos de tiempo. Son momentos en los que se pierde la perspectiva, pero la “pérdida” en sí no es un vacío ni una espera; es un objeto, lleno de presencia (Ahmed 2006).

Un gran bulevar vacío junto a los acantilados, nuevo, el asfalto brilla. Ningún carro. Sólo el canto de las olas batiendo las rocas, invisibles en la niebla. Entro a un cementerio. Largos edificios yacen sobre la hierba. Flores de plástico y copas multicolores que giran con el viento. Tantas tumbas. En una escalera de cemento se lee:

están en algún sitio, sordos, buscándose, buscándonos,
ordenando sueños, sus olvidos, convalecientes de su muerte,
están en algún sitio, nube o tumba, estoy seguro
al Sur del Alma

fotografia de un paisaje con una grande carretera vacia, ciel gris. al lado izquierdo se ve un poco el oceano pacifico. al lado derecho se ven grandes edificios de cemento blanco, es un cementerio.
camino de vuelta tras la pérdida, junto al cementerio

La amiga Mélanie Garland, que creció acá (en Concon) pero vive allá (en Berlín), señala que en sus investigaciones acá, la gente le habla mucho de esperanza. Pase lo que pase, no saben que mañana les va dar, nos dice. Estamos sentadas en los terrenos del Parque Cultural, una antigua cárcel de Valparaíso tomada por los habitantes, y que fue uno de los puntos destacados de la revolución de 2019. Sin duda, hay secretos, penas, personas desaparecidas que flotan por toda la ciudad. Y sin embargo siento acá una cierta alegría de vivir, ganas de reír, de charlar en las esquinas. El viento lleva fragmentos de voces tranquilas, sonrientes y muy vivas. Hablamos de descolonización, de resistencia, del patriarcado al pie de la Avenida Ecuador –que es un viaje sonoro increíble dado que cada bar, cada tienda, cada rinconcito impulsa su música–, mil variaciones de reggaeton, cumbia electrónica, rock alternativo. En el patio resuenan las conversaciones de vecinxs, amigxs, relaciones, y también tratan de respeto, de cambiar los sistemas jerárquicos, encontrar formas, grandes y pequeñas, de impactar la justicia social.
…y no olviden darle de comer a los gatos cuando voy a Santiago este finde…

voz en el patio
palabras que resuenan
dándome vida

SEGUIR

El proyecto que hemos propuesto a Tsonami, hace ya mucho tiempo (Marzo 2023!), estaba descrito así:

Considerando la ciudad como un organismo, nuestro proyecto plantea una investigación site-specific que combina lo sonoro, lo urbanístico y lo poético, centrada en la zona de la Quebrada de Los Placeres que cruza la ciudad desde la colinas en el sureste hasta la playa Caleta Portales. Un lugar que te lanza sobre una escucha social. Se observan contrastes fuertes que levantan nuestro interés sonoro: desde los primeros asentamientos en forma de pequeñas casas humildes y expontáneas hasta los recientes rascacielos, con un cauce que serpentea entre la vegetacion en el fondo del valle. El cemento, la fauna y flora co-evolucionan, se intuye una gran diversidad en las poblaciones “placerinas” humanas y no-humanas. Queremos desarrollar una cartografía sonora de este lugar interseccional, donde los entornos planificados y el pensamiento estructurado se diluyen. Un “no-lugar” que oscila entre lo formal y lo informal, geográfico y psicológico, urbano y salvaje.

 La lengua con la que aquí nos comunicamos a diario es el castellano: un estándar, que ha sustituido a muchos otros lenguajes, ha sustituido formas de pensar, que unifica y borra diferencias, en nombre de la Nación. Hablo castellano no tan mal, pero muchas veces la gente habla rápido y la semántica desaparece. Pero el lenguaje debería ser maleable. 

Por ejemplo, un ensayo de José Pérez de Arce nos recuerda los patrones de colonización de la lengua, el cuerpo, el pensamiento, los individuos y los grupos, y señala que podríamos escribir lenguas con la misma facilidad como las escuchamos, en lugar de seguir las reglas estériles de cualquier Academia heredada de las monarquías europeas:

Pensamos ke escuchamos lo ke oímos, pero no sólo escuchamos sonidos, sino las ideas ke nos recuerdan esos sonidos, como con la escritura, i escuchamos con el cuerpo, el espacio, los otros yo, con la comunidad y mas allá, con el paisaje. (Arce 2023)

En cambio, escucho el canto de voces, las entonaciones, las quejas, las melodías que suben y bajan por los cerros de la ciudad al menos en la misma medida. Liberar el modo analítico y preciso del lenguaje, para entrar en algo «peludo», es decir: capaz de establecer muchos pequeños vínculos con todo nuestro entorno.

 

mirada al la Quebrada de los Placeres

Primera visita a la Quebrada, atravesando las angulosas y empinadas calles del Cerro Barón, encontramos diferentes accesos a la zona verde. Entramos por uno, salimos por otro, entre medias escalas y pasadizos, ramas salvajes, perros que ladran y basuras. encontramos otro acceso, no tiene salida, vuelta atrás, subida pronunciada, corazón en la mano y la sensibilidad abriéndose a la nueva experiencia fuera del tiempo. Al cabo de la calle Campoamor, que baja en picado hacia el abismo, encontramos a Cindy apoyada en el quitamiedos, una habitante del lugar que se ofrece a mostrar cómo llegar al cauce de agua y avanzar ‘río arriba’. Nos adentramos con ella que iba acompañando el paseo con una improvisada narración de memorias personales. Ella vivió acá, en dos casas diferentes, durante la crianza de sus cinco hijos.

restos de la antigua casa de Cindy, ella dibujó el corazón con las iniciales de sus hijos
Este momento con Cindy ha sido de extraordinario valor para nosotras, nos hizo entender un modo de vida de esta zona, la espontaneidad de las viviendas y su carácter efímero. Aproximarnos a una experiencia personal y única ha sido enriquecedor. El factor humano, la relación con personas de la comunidad, dan una mayor profundidad al vínculo con el territorio. Y No todo fue precioso. También vivimos una difícil situación cuando ella nos pidió dinero como compensación. Claro, es evidente que el tiempo cuesta dinero y más cuando hay ciertas desigualdades en la capacidad económica. La relación claramente se monetiza, imperando la necesidad. Algo muy doloroso de percibir y a la vez muy coherente: ¿cómo ella podría dejar escapar la ocasión de pedir dinero sabiendo que, lo que ella pudiera recibir como un ingreso extra cuantioso, para nosotras no es esfuerzo? Y cómo no nos dimos cuenta de antemano… Yo lo pensé pero no lo verbalicé, pasó muy breve por mi cabeza y se fue. Por suerte registramos el número de celular de una amiga suya, Yessi, y hemos podido arreglar una cita con ella para vernos en los próximos días y hablar del tema y entonces si, compensarle con una donación.
mirada al fondo de la quebrada
FLUIR

Dias después, volvimos a la quebrada por nuestra cuenta, visitamos una explanada que nos enseñó Cindy, ‘la cancha’, un lugar abierto y tranquilo en medio del valle. La misión era colocar una stream-box, cajita dotada de micrófonos y un sistema de transmisión que dejamos instalada hasta el fin de su batería (unos dos días). 

Streamboxes, o MobileMics, son herramientas que permiten, para decirlo de una manera infantil pero muy relevante, «dejar una oreja en un lugar». Dos pequeños micrófonos hechos a mano conectados a una pequeña tarjeta de sonido Raspi, un módem 4G con tarjeta SIM local y una batería como las que se utilizan para recargar teléfonos móviles. Las hacen amigos de Radio Aporee con el proyecto Radio.Earth, pero sé que este sistema fue hecho por muchos grupos aficionados de radio.

fotografia con fondo de vegetacion enseñando una mano que tiene dos microfonos pequeños.
imagen de juan hoppe

Imagínate! La posibilidad de emitir un corriente de sonidos remotamente, mantener una conexión constante con un otro sitio por la escucha. Así se pueden juxtaponer las posibilidades de escuchas. La práctica también viene con su mundo de conflictos y paradojas, empezando, por ejemplo, con el hecho de dejar micrófonos en sitios sin avisar a la gente que pasa, que puedan ser escuchados. ¿Y quién soy yo entonces que escucha? No se trata de engañar al positivismo y de pretender que los sonidos existen del mismo modo para todos. Dejamos el streambox al fundo de la Quebrada, y más tarde en la noche escuchamos en vivo en casa (casi: unos 6 segundos de retraso). En esta escucha surgen muchos seres. Pequeños sonidos de alas, cantos, clics de sonar, algo escabulléndose entre la hierba seca y, siempre, el murmullo constante del arroyo. Algunxs amigxs también escuchan y se preguntan qué son estos animales. No lo sabemos, y a mi me intriga el tipo de pulpo digital que parece emerger, con sus tentáculos que unen la Quebrada de los Placeres, la BASE en Cerro Barón, unos departamentos en el frío y gris Berlín de enero, y un par de orejas más en Barcelona. Chattopadhyay tal vez se referiría a esto como un evento “postdigital”, en el que nos movemos a través de interacciones sonoras en múltiples lugares. Estas ubicaciones superpuestas tienden a no ser fijas y evolucionar en lugar de tener una estructura concreta:

A medida que mis movimientos nómadas se intensifican, no puedo relacionarme con un lugar al mismo tiempo; mi sentido de “arraigamiento” se disuelve en un nomadismo perpetuo mediante la interacción sonora itinerante con lugares semiconocidos y/o desconocidos y pseudolugares percibidos en la mente. (Chattopadhyay 2014)

De estas sesiones de streaming (¿cómo traducir esta palabra: corriente? ¿río, arroyo, fluxo, torrente, chorro, oleada…?) podemos obtener largas grabaciones, que siempre me fascinan un poco, sobre todo cuando podemos acelerar o ralentizar el tiempo y transformar la escala. Estamos escuchando medios, por supuesto: grabados, alterados, modificados e interpretados. Todo este proceso es una especie de hibridación que permite romper la ilusión de verdad que a veces puede aparecer en las grabaciones de campo. Es esto que nos interesa aquí: jugando con sonidos que podrían resultar familiares, pero que se distorsionan en una dimensión que no es fácil o común de distorsionar: el sentido del tiempo. Incluso las especies cercanas que han evolucionado cerca de los humanos durante miles de años, como los perros, tienen diferentes rangos de audición y umbrales de percepción. El canto de un pájaro puede tener otros colores y otros movimientos para otros oídos.

Pasar tiempo en la quebrada, colocar dispositivos de escuchas largas y habitar el espacio ha sido la práctica en los días pasados. Tumbados sobre la hierba, encaramados a un árbol, entre los arbustos, junto al riachuelo, recogiendo basura, haciendo yoga, charlando, esperando las acciones del otro, esperando que apaguen la música reggetonera para acabar aceptándola como parte del paisaje social del barrio, contemplando, soñando, tartamudeando… Hemos empezado a habitar la quebrada, la rutina está creada, nos vamos sintiendo más acá, al menos hay una senda que trazar, una cuesta que bajar para luego subir de nuevo y vuelta a empezar.

Nos interesan sobretodo tres sitios de la quebrada:

La cancha, un lugar escondido en la parte mediana de la quebrada que nos mostró Cindy y que parece destinado al uso público para el juego y la reunión.

• Cabriteria, una zona verde bien arriba cerca de Rodelillo, donde un grupo de ecologistas lucha por restaurar el bosque de árboles nativos, y donde nos adentramos gracias al conocimiento del biólogo, activista y poeta Leo Torres Ercilla.

La desembocadura, a pie de playa, devorada por un reciente condominio y atrapada entre la autopista de la avenida España y las vías del tren del Metro regional.

Cada uno de estos espacios nos proporciona una mirada y una forma diferente de relacionarnos con el entorno: en la parte alta, Cabritería, la espesura del bosque y lo profundo de la quebrada nos invita a la contemplación, al silencio, a la escucha profunda y casi mística de los sonidos antigüos que han sobrevivido a la urbanización y a la conversación con Leo, que casi siempre acaba en filosófica, pero contiene un alto grado de ciencia y conocimiento histórico del medio. La cancha es un lugar más social y vecinal donde la escucha de lo natural se mezcla con el ruido humano cotidiano, voces, radios, coches… al que acompañan los perros siempre muy presentes. La desembocadura es un lugar feo, oscuro y triste, sobretodo en la zona de edificios donde el el chorrillo transcurre oculto y mudo bajo el asfalto, apenas audible a través de una reja de desagüe junto a la parada de bus. Más abajo lo volvemos a encontrar en un tunel que, aunque aún feo, al menos es misterioso y acompaña el bonito momento de unión de las aguas dulces y saladas.

IR MÁS RÁPIDO / MÁS LENTO

Una primera técnica consiste en acelerar grabaciones muy largas, sin cambiar el tono. Acelerar la velocidad de reproducción es facilitado por el tratamiento digital del sonido que nos permite conservar las grabaciones adentro del espectro audible para los humanos. Una línea de escucha nos conecta con un árbol Eucalyptus Regnans que se encuentra en la Cancha de la Quebrada (un árbol que no existía en Abya Yala antes del siglo XVII). Nosotros, pequeños humanos, corremos a través de la quebrada, sonando como pequeñas criaturas hiperactivas, moviendo algunas partículas, pero solo una mota de polvo en el transcurso de una tarde. A continuación se muestra un ejemplo de una grabación de seis horas acelerada diez veces, tomada desde las 18:00 hora local hasta la medianoche.

De aproximadamente 360 minutos registrados, llegamos a 36 minutos, y cada hora dura seis minutos en lugar de 60. Sentimos la actividad al final del día, el rush hour en la ciudad, el coro de pájaros, todo el mundo ocupado a cerrar su día. Estos acontecimientos suelen ser apenas perceptibles. Notamos el cambio «sólo después de que ha llegado», para citar a la compositora y maestra de drones Eliane Radigue, quien describió sus piezas Trilogies de la Mort como una forma de transformar poco a poco un triángulo en una montaña (Radigue & Eckhardt 2024). Se oyen las profundidades de la noche, la maravilla del almanecer, el vacío de la mañanas largas. ¿Qué escuchas? ¿Te imaginas viajar durante el día 10 veces más rápido?

Puedo imaginar un cuerpo etéreo que viaja a la velocidad de la luz y se traslada de partícula en partícula tan rápido que cohabita espacios simultáneamente porque cuando abandona un lugar y alcanza otro todavía su luz resplandece en el anterior. ¿Existimos en un lugar donde permanece nuestro olor? Puedo imaginar un cuerpo denso y huesudo y lleno de agua que camina lenta y matéricamente dejando que el flujo del tiempo le traspase entrando en una invaginación temporal que se recoge a si misma en un gesto parecido al de arroparse con una manta. En ambos casos imagino una conciencia despistada, desubicada, distorsionada por el estiramiento o encogimiento del tiempo. ¿Cómo se relaciona nuestra conciencia con la dimensión tiempo? ¿Acaso es conciencia en tanto el tiempo es tiempo tal y cual lo entienden les humanes? 

Escuche a «Diane» y a «Selu» charlando cerca al micrófono, en los primeros minutos de la grabación. Hay vocalizaciones de grupos de «pájaros», entre las 4’00 y las 6’00. Alguna nave extraterrestre, o tal vez simplemente una motocicleta, pasa a toda velocidad a las 14’20. En el minuto 19’00, que corresponde aproximadamente a las 21h15 «en tiempo real», tenemos la sensación del coro del crepúsculo donde muchas criaturas aviares vocalizan mientras la luz del sol se aleja. Luego vienen sonidos mas nocturnos, ladridos de perros, etc.

un espectrograma, visualización del sonido grabado por la Streambox
Otra técnica consiste en ralentizar el tiempo, y para ello me gusta especialmente relacionar el factor tiempo con el factor frecuencia, y dejar que el tono de las cosas baje también. Tenemos asociaciones culturales muy fuertes del sonido de las voces con el género. Las voces agudas, en ámbitos que van desde el diagnóstico médico hasta la cultura pop, se asocian con la delicadeza, la feminidad o incluso, para Aristóteles, la cobardía (Gleason 1994). Las voces más bajas transmiten confianza, autoridad y fuerza. Se ha escrito mucho sobre el refuerzo de las fronteras de género a través de la voz (por ejemplo, Suppes 2015). También en el caso de los animales no humanos, se producen nuevas y extrañas distorsiones cuando escuchamos a un pájaro pequeño hacerse cuatro veces más grande, con una voz más baja. Si grabamos a frecuencias de muestreo altas, también podemos recopilar más detalles en los rápidos trinos y melodías de los pájaros… Muchas cosas que pasan completamente por alto nuestra conciencia cuando escuchamos «normalmente». Con estas distorsiones, el mundo sentido, sensorial, que percibimos como “normal” y  que rodea al micrófono se convierte en otra cosa: los aviones surcan el cielo a la velocidad de un cohete, los rumores de los coches a lo lejos pasan como pequeños insectos. Se trata de una distortion, o disorientación, de nuestro Umwelt, lo que el semiotician Jakob von Uexküll constituaba como el “mundo egocéntrico” (Kull 2010). Esto ayuda a comprender que, aunque parezca que los organismos (incluidos los animales humanos) parecen compartir el mismo entorno, en realidad pueden tener diferentes mundos perceptivos, diferentes realidades, y diferentes maneras de relacionarse con el tiempo, tambien. Y todos tenemos una perspectiva sobre ese mundo.

Del inicio hasta 1’00, se reproduce en velocidad «normal». De 1’00 hasta 3’00, se reproduce el mismo trozo a media velocidad. De 3’00 hasta 7’00 se reproduce, se reproduce a quarta velocidad. Que escuchamos cuando ralentizamos // encogemos nuestra cuerpo?

espectrograma del sonido / arriba, dónde se ven los tres trozos: el primero a velocidad normal, luego 1/2, luego 1/4
ESCUCHAR

Una tarde en la cancha, cerca de la hora mágica, cuando la luz empieza a bajar más rápido y los colores empiezan a hacerse más vivos y luego a apagarse, tomando sonidos e imágenes, emergieron algunas acciones sonoras y corporales. Encontramos cierto sentido en intervenir el paisaje con movimientos y sonidos. Una flauta de Pan de juguete nos encontró y la utilicé para hacer un sólo de flauta estridente y desafinada sobre el paisaje verdoso y terroso. Diane se encontró en un lento caminar delante de la cámara, tardando unos veinte minutos en recorrer unos 10 metros de trayecto hasta salir del plano.

Se trata de una forma muy directa y personal de ralentizar el tiempo, tomar conciencia del terreno que pisas y dejar que el resto de la ciudad acelere. Repetimos esta técnica muchas veces a lo largo de las semanas, a menudo filmándola cuando el día terminaba y el cielo se oscurecía. En este tejido diferente del tiempo las relaciones evolucionan, especialmente en la Quebrada donde hay tanto eco y tanta dinámica entre los dos lados del barranco. Un perro iniciará una llamada en un lado, hará ping-pong entre los dos lados durante un rato y se calmará. Se escucha todo el recorrido de la Micro que va cuesta arriba con un fuerte estruendo hasta llegar a Rodellilo. Los pájaros vuelan sobre tu cabeza en sus bailes ligeros y rápidos. El viento mueve la tela de tu ropa y sientes el principio y el final de esa brisa.

Esta práctica también generó algunos encuentros especiales. Una tarde estábamos encima de la Quebrada a un lado del barrio de Placeres. Comenzamos la práctica: Selu caminaba y Diane filmaba. Luego de unos momentos, una familia salió de las casas cercanas; parecían agitados, los padres hablaban en voz alta, alguna discusión. Pasaron junto a nosotros y realmente no se dieron cuenta, pero cuando llegaron a su auto, parecía que habían notado este extraño comportamiento. Luego, se sentaron en el auto y todos siguieron mirando, en silencio, durante un largo rato. Muy calmado. Después de un rato, el padre llamó y preguntó qué estábamos haciendo.

«Es sorprendente –dijo, señalando a Selu que estaba aproximadamente a la mitad de su trayectoria–. Parece un tipo de estatua…»

fotogramas del vídeo IX de Tartamudeos: Caminando en la Quebrada de los Placeres.

Escuchar la quebrada es muy agradable, la ciudad está presente muy de fondo y las presencias predominantes son aves, perros y el arroyo. Es una escucha muy social y política. Este espacio de bajo ruido en el medio de la ciudad significa pocos recursos y baja economía.

De vuelta a casa encontramos a Yessi. Con ella la conversación fluye muy bien y hay algo muy familiar en su trato, es muy hospitalaria con nosotras. Entre otras cosas, nos cuenta sobre su amistad y familiaridad con los perros. Desde hace más de diez años cuida de perros callejeros, son su familia – nos cuenta –. Inventa nombres para ellos y cuando mueren, lo siente como si fueran sus hermanos, entonces los entierra en el patio de su casa, tiene un cementerio de animales. Esta historia se me repite en la cabeza desde que la escuché.

Me siento bien cuando grabo espacios, territorios, naturalezas orgánicas o inorgánicas, animales, plantas, rocas, hierros, arquitecturas, vestigios de la civilización, calles, autos, aparatos… cualquier cosa sin presencia humana. Cuando aparece la voz o la acción humana hay otra relación con el trabajo. Ambas situaciones implican cuidado y atención, empatía y respeto, sentimiento de unidad. Pero con les humanes siento algo muy pesado, como de culpa extractivista que no me deja tranquilo. La mayoría de las grabaciones que hacemos son consensuadas, a excepción de algunas más espontáneas en las que aparecen voces de fondo que no son el foco de la toma. Aún así siempre hay una sensación extraña en el uso de voces. Con lo no-humano siento establecerse un pacto de respeto y empatía. Como si la tierra supiera que mi intención es linda y me diera su bendición para hacer lo que hago. Yo le pido permiso. Mi conciencia antropocéntrica está tranquila.

Ahora estamos recopilando algunas de las grabaciones que hicimos, en una lista de reproducción disponible en los mapas de código abierto de Aporee. Los archivos son de uso gratuito para fines no comerciales. ¡Haga clic aquí para la lista completa, o explora una selección abajo!

Pensamos que esta serie de experimentos (escuchas a distancia, paseos lentos, conversaciones con residentes, paseos de escucha, grabaciones largas, etc.) no quiere ni puede convertirse realmente en un «Proyecto»: no tiene una autoría clara, al final los resultados no son objetos comercializables, y el tema no se puede resumir fácilmente. Es más bien una multitud de pequeñas entidades que forman un cuerpo colectivo: su fuerza proviene de la pertenencia a una entidad más grande, sensible y coordinada. Por eso debería tener un título que no lo es realmente, una especie de tropiezo, una especie de vacilación, una especie de «minoría» en la lengua. No existe una forma «correcta» de hacer un Tartamudeo, simplemente intenta escuchar y sigue intentándolo. 

REFERENCIAS

Houria Bouteldja, Los blancos, los judíos y nosotros: hacia una política del amor revolucionario, Ediciones Akal México, 2017.

Sara Ahmed, Queer Phenomenology: Orientations, Objects, Others, Duke University Press, 2006.

José Perez de Arce, “¿Escuchamos lo ke oimos?”, Aural #5: Decolonizar la Escucha, Tsonami Ediciones, Septiembre 2023.

Budhaditya Chattopadhyay “Object-Disoriented Sound: Listening in the Post-Digital Condition.” APRJA: A Peer-Reviewed Journal About, 2014.

Maud W. Gleason, Making Men: Sophists and Self-Presentation in Ancient Rome, Princeton University Press, 1994.

Kalevi Kull, «Umwelt». In The Routledge Companion to Semiotics, ed. Paul Cobley, Routledge, 2010.

Eliane Radigue, Julia Eckhardt. Espaces Intermédiaires, Presses du Réel, 2024.

Alexandra Suppes. «Gender, Power and the Human Voice». In The Exercise of Power in Communication: Devices, Reception and Reaction, ed. Rainer Schulze and Hanna Pishwa, Palgrave McMillan, 2015.

Eduardo Viveiros de Castro, Metafísicas Caníbales: Líneas de Antropología Postestructural, Katz Ediciones, 2010. 

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