Escucha de lo monstruoso del paisaje

Texto, audio y Mapas
Cristian Espinoza
Monstrat Futurum

Proponemos pensar ciertos paisajes sonoros al unísono con su tiempo, como un espejo de este tiempo, como una manera de monitorizar este período histórico que se nos manifiesta como un presente liminal -intensamente gris- en que algo está en plena gestación.


Tanto un nuevo paisaje, como una nueva manera de sentir y una nueva política del mundo están cruzando un umbral, y mientras estamos en el cruce, aún podemos tomar cierta distancia para distinguir aquello que está muriendo de aquello que llenará todo como “un adentro sin afuera” por largo tiempo.

Luego de unos años, cuando el mundo ya se haya reconfigurado completamente, sospechamos que serán otras las tareas sensibles que nos ocuparán y, probablemente olvidaremos cómo se sentía “antes” el territorio y como era “antes” el sentir mismo; pero por el momento aquello que nos convoca es la escucha en la transición, paisaje sonoro compuesto de capas simultáneas que parecen no co-pertenecer, parecen no tener un sentido, y que nos toca habitar.

Si esta es una época de monstruos en los términos que hablaba Gramsci, es también el paisaje mismo monstruoso y podemos decir que salimos a la extensión tras el registro de formas y manifestaciones de monstruos.


Agregaremos aquí que el “monstruo” es la simplificación moderna de la antigua advertencia latina “monstrat futurum”, y que implícito está, que aquello manifiesto es también una premonición.

Al ponernos a la escucha de monstruos podemos imaginar, entonces, que escuchamos presagios del mundo que está por venir, y por tanto, de algún modo realizamos un augurio.

A quienes caminan por el mundo desencantado atentos a lo monstruoso, el mundo trae ruido metálico y electromagnético producido por prótesis conectivas y de succión a todas las escalas, incluídos, los ríos, las montañas y la carne humana.

Sismo producido por máquinas

En su dificultad, salir a ponernos a la escucha en la extensión monstruosa, es también, dar cuenta de un estado de situación para hacer conexiones, ya que pareciera que perdimos la capacidad de implicarnos, como si las transformaciones profundas sucedieran adrede a nuestras espaldas, sin ningún signo claro que nos permita comprender hacia dónde se dirigen las cosas.

Las grandes operaciones planetarias han sido cajanegrizadas, sin importar la escala: un extenso muro nos separa de un paño neo-extractivista o una palmera plástica disfraza la antena 4G-5G del vecindario.

Por esto mismo, salir sensiblemente, no es ya un constatar, sino un indagar, ir a lo oculto, a ratos tóxico, pestilente y ominoso, registrando y coleccionando pistas para organizar nuestro presente a la manera de un rompecabezas de sensaciones imprecisas, sensaciones que han de ser acompañadas de averiguaciones acerca de qué está sucediendo ahí, donde nos aproximamos.

En la escucha de la que hablamos, vamos recogiendo señales y armando el puzzle de la cuestión material de una ideología global no explicitada y, que sin embargo, nos susurra permanentemente.


Durante octubre del año 2018 fuimos en un pequeño grupo a recorrer la bahía de Quintero-Puchuncaví ubicada en la macro-región central de Chile.

Ese año la protesta social pre estallido había roto el cerco comunicacional en torno a esta zona de ecocidio producido por un extenso cinturón industrial, y había sido puesta en la escena de la discusión pública.

Deseábamos constatar aquello que era traído a la luz, la costra industrial era un enorme andamiaje mecanizado en que convergen una serie de operaciones de industria pesada en una bahía discretamente alejada de las grandes ciudades (cajanegrizada) y que en términos de cómo se distribuyen hoy los territorios corresponde a un tentáculo de la mega periferia discontinua de la capital.

Omitiremos en esta ocasión una descripción visual del paisaje steampunk de la bahía. Lo inesperado en ese entonces (y al día de hoy) fue el sonido continuo de una frecuencia baja (+- 46 HZ) que llenaba toda la extensión, nos acompañó por el borde, se nos metía en la panza y parecía ser una síntesis de todas las enormes máquinas del lugar: motores de las decenas de barcos carboneros para cuatro termoeléctricas y sus bobinas produciendo gigavatios de electricidad, barcos descargando gas licuado traído del sudeste asiatico, o enormes máquinas para fundición de metales y minerales. 


El sonido era verídicamente un sismo continuo, sismo producido por máquinas, un hecho telúrico artificial, no declarado y que para nosotros era una pista que daba cuenta sensible del paisaje tecno intervenido.

El paisaje de la bahía era un ensamble del sonido del oleaje rompiendo en la playa agregado al intenso bajo continuo de la suma de las máquinas, un paisaje ciborg.

Registro de sonido de la playa Loncura, Quinteros. Escuchar con audífonos o subwoofer.

Esta bahía es un nodo de una infraestructura mayor, un lugar de transducción de energía y materia que tiene su destino en Santiago, centro de la macro-región. Centro humano de destino, de consumo siempre más demandante y en que no se produce nada útil para la vida. 


En la macroregión central de chile, en un radio de 150 Kms entre Putaendo al norte y Graneros al Sur, se encuentran 8 centrales de Biomasa, 25 centrales hidroeléctricas, 2 centrales eólicas, 31 centrales termoeléctricas a carbón, gas o petróleo diesel, y 23 centrales solares de generación de electricidad que tienen como principal función alimentar la capital con su desbordante sobreconsumo energético.

Este sistema concéntrico a Santiago es un pulpo, que consta de 89 tentáculos que pinchan y reformatean la tierra, los ríos, el sol, el viento y cuántos recursos vivientes sean necesarios para que la gran máquina centrípeta no deje de funcionar jamás, y pueda a la vez, ir proliferando y creciendo, pues su principal entropía es ser un sistema en insaciable expansión de consumo de energía incapaz de cualquier tipo de equilibrio biótico y social.

Como hecho colateral, en estos 89 puntos de la mega periferia de la macro-región metropolitana, sismos producidos por máquinas dibujan el perímetro del monstruo y que podemos interpretar geofónicamente como una mutación maquínica del atávico “ruido sagrado” (parafraseando a Schafer), por agregación al enjambre sísmico producido por el cinturón de fuego del pacífico.


Durante el año 2021, el Centro Sismológico Nacional (CSN) de la Universidad de Chile, localizó 7.436 sismos ocurridos o percibidos en el territorio nacional con magnitudes de 1,9 a 7.1.

La escucha del sismo continuo y artificial, efecto colateral a las grandes operaciones nos permiten hacer sentido de la magnitud geológica de las transformaciones, dando una pista sobre que salir a atender como ecología sonora y dirigiendo nuestras expediciones de escucha a lugares donde la globalización en expansión re-zonifica el mundo formateando macro-regiones completas, convirtiéndolas en carne de explotación para el abastecimiento de otras macro-regiones zonificadas como enormes paños de procesamiento, manufactura y consumo.

Hipótesis de escucha

En medio de la pandemia mundial, notamos que pese a que los individuos eran confinados y la sociedad quedaba en suspensión (en el más extendido toque de queda de la historia), el tránsito de mercancías y el saqueo de la tierra no cesaba.

Tras bambalinas, la globalización en tanto que formateo de la extensión seguía su agenda continua, y mientras el libre tránsito y el cruce de las fronteras estaba estrictamente prohibido para las personas, las mercancías y materias primas se movían de un lado a otro libremente.

Un pequeño grupo de personas de sudamérica y alemania, fuimos -no sin dificultades- en este tiempo a Montevideo y durante Noviembre del año 2021 caminamos el borde de la bahía de esta ciudad.


¿Por qué ir a caminar al territorio específico de la bahía de Montevideo?

Contábamos con varias pistas que despertaron nuestro interés: La concavidad formada a través de edades geológicas como una bellísima bahía natural por riachuelos cristalinos donde desembocaba el acuífero Raigón, y que fué el sitio de fundación y expansión de la ciudad por tres siglos, se encontraba en una brutal transformación cajanegrizada en este preciso momento.

Naturalmente, la transformación no comenzó de la noche a la mañana. Al principio de la industrialización del siglo XX, fue puesta una refinería en el centro del arco de la bahía y desde ese momento la población comenzó a darle la espalda, contaminando las aguas y transformando las playas de arenas blancas en un enorme basural informal. En los flancos de esta, se encontraban puertos de intercambio entre Montevideo, el interior de la región y el resto del mundo. Puerto poroso donde se producía, no solo tránsito de mercancías, sino también la mezcla cultural propia de los puertos.

En este presente, la bahía completa se cerró y reformateó y, ahora negada a los montevideanos, se está terraformando, urbanizando el lecho marino y extendiendo los bordes geométricamente para dar lugar exclusivamente a cuatro monstruosas operaciones de neo-extractivismo: terminal de soya transgénica y trigo, terminal de salida de pulpa de celulosa, servicios logísticos para las miles de naves de la pesca de arrastre de los mares del Sur y la extensión de un puerto de acopio y redistribución de contenedores para las rutas comerciales transoceánicas.

Las nuevas plataformas, en este momento en construcción, están cambiando irreversiblemente la morfología de la bahía y por supuesto alterando las ecuaciones ecosistémicas de esta desembocadura del acuífero que le da origen, obligando, por ejemplo, a bandadas de aves a desplazarse hacia ruinas y espacios intersticiales, quedando por cada minuto que pasa con menos hábitat.


Pese a esta ominosa transformación del paisaje, los ciudadanos se encuentran adormecidos y explotados, y el reformateo se encuentra fuera de la discusión pública local. El paradigma del progreso aún silencia las pocas voces disidentes.

Nuestra hipótesis de escucha nos llevó a este lugar discreto, territorio del que más bien hay poquísimos reportes, y que como tal nos parecía una de esas periferias de la globalización que nos sirven para ver la materialidad de lo global colisionando con lo local adormecido. Monstruo mecánico, de drenaje de lo vivo, post-industrial, neo-extractivista e hiper-mercantil que en esta bahía nos señalaba como opera tanto ese nodo como toda esa macro región convertida en industria biotecnológica horizontal de monocultivos de soya transgénica y eucaliptos (en Uruguay, Argentina, Paraguay y Brasil).

Notas sobre escuchas políticas

Apuntaremos muy brevemente tres perspectivas desde donde ponernos a la escucha como ejemplos, y porqué no, métodos de aproximarnos a lo monstruoso del paisaje sonoro que acontecieron en la expedición a Montevideo:

1. Recopilación de testimonio: 


El artista Fernando Godoy fue al encuentro de los vecinos del lugar, quienes de una forma u otra quedaron atrapados en medio de la colisión.

Dialogando y recopilando testimonios, preguntando sobre el futuro que ven, y el futuro que anhelan, en un trabajo participativo, que integró a los vecinos y al grupo de artistas, se fue montando una microhistoria de este presente la que fue devuelta al lugar con la forma de una cápsula del tiempo, depositando las voces humanas en un cubo de hormigón, son alojadas en un sitio secreto al cuidado de nuestros aliados pescadores artesanales para ser escuchadas por sus descendientes post-humanos el año 2121.

2. Escucha de la troposfera y la infosfera: 


Las artistas Eugenia Gonzalez y Leonello Zambón se pusieron a la escucha del viento de la boca de la bahía.

En el transcurso de las expediciones, Carsten y Fernando fueron completando el mapeo sonoro del ecosistema invisible, con la sintonización de las frecuencias de radio y electromagnetismo que invaden la infosfera.

Lo invisible apareció como la superposición de los rumores del viento del Océano Atlántico y un manto de datos electromagnéticos en cientos de frecuencias que llenaban todo.

Percibimos que en la troposfera, fuerzas matrices naturales y artificiales dan forma al territorio rellenando el vacío con mandatos por donde este “debe” ser conducido.

3. Comunicación interespecie:

El pensador sónico Carsten Stabenow inició una investigación extensiva llamada “querido pez”, catastrando los niveles y tipos de químicos que intoxican la vida submarina de la desembocadura pantanosa del acuífero y la bahía, para luego intentar algún tipo de comunicación interespecie con los peces, construyendo dispositivos submarinos para hablar con ellos y poder darles un informe de la catástrofe que estaba aconteciendo en su hábitat.

Por un lado, fuimos testigos de sus esfuerzos -escuchamos las voces propagándose bajo el agua enviando mensajes a los peces-, como una posibilidad de romper el paradigma antropocéntrico, que sin duda, es la génesis del monstruo.

Por otro lado, el anhelo de dicha comunicación es la voluntad, también, que el mundo vuelva a ser escuchado en los sitios heridos, por tanto, es una acción de reencantamiento en una dirección opuesta al puerto, tras el susurro de la potencia del mundo encantado de lo viviente.


Carsten señala, además, que toda escucha es una escucha política, una toma de posición desde lo sensible, una señal para abrir lugar y deambular en el mundo sónicamente.

Un mundo de gobernanza corporativa que en el presente libra una guerra ecocida contra lo viviente, una embestida que pretende re zonificar el cuerpo tierra, con incendios planificados de escala planetaria, drenaje de selvas, humedales, ríos y montañas; exilio y exterminio de especies que no son útiles para la agenda global, esta es la realidad de la ecología del paisaje sonoro.

En lo que respecta a nosotros, paradigmas decimonónicos que dieron vida a lo global, nos conminaron a dejar de prestar atención y a adormecer la potencia de la escucha situándose como una acción pasiva e inconsciente frente a lo supuestamente inevitable. Esto es falso, la escucha del presente es una acción política poderosamente modificadora que constata y monitorea.

Advertimos eso sí, que en este presente en que se gestan monstruos, lo viviente se encuentra en agonía, la ideología imprecisa llena todas las frecuencias con mandatos de hiper-normalización, y -mal parafraseando a Carolyn Christov-Bakargiev- hoy escuchar y habitar, solo es posible estando expuestos, bajo sitio, en estado de revuelta o empujados al exilio.

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